“La vida de las cartujas está consagrada a la albanza de Dios y a la oración de intercesión en favor de todos los hombres”
“Un lugar a propósito para la vida solitaria donde entregarse a la búsqueda del Único Bien necesario”. Esta es la ilusión con la que un hombre de corazón profundo, san Bruno, se dejó seducir por Dios y en 1084, junto con seis compañeros, inició un género de vida que dio origen a la Orden de la Cartuja.
La Orden cuenta con dos ramas: una femenina y otra masculina, ambas comparten la misma vocación: una vida de oración y soledad en el corazón de la Iglesia.
En la soledad de la ermita, “el amor a Dios dilata el corazón de las Monjas Cartujas hasta abarcar el universo entero y el misterio de la Redención”.
La característica principal de su vocación podría concretarse en la siguiente frase: “un encuentro con el Señor en el silencio y la soledad”. Su ideal se expresa en estos tres elementos:
La soledad: implica una separación efectiva del mundo. Símbolo de ello es su estricta clausura.
Combinación de vida solitaria y comunitaria: las cartujas no son completamente ermitañas. Si bien la soledad prevalece, tienen también momentos de convivencia fraterna que dan esa peculiar característica de equilibrio a toda su vida.
La liturgia cartujana: está centrada en la Eucaristía y los maitines nocturnos celebrados con una sobriedad y sencillez acorde con su vida.
“Retirarse a la ermita es una decisión que sólo puede tomarse cuando en el corazón arde la certeza íntima de que en el seno de la soledad, se esconde un amor incomparable que no puede ser igualado por ningún otro”.
Las Monjas Cartujas: “deseamos ser el corazón adorante de la Iglesia y el corazón amante de la humanidad. Por eso, día y noche desde nuestra soledad, elevamos al cielo la alabanza a Dios y le presentamos las necesidades de nuestros hermanos los hombres”.
Existen diversas formas de consagrar la vida a Dios en la soledad de la Cartuja:
Las Monjas del claustro: viven en sus ermitas del monasterio la mayor parte del día dedicadas a la oración, el estudio y el trabajo.
Las Monjas conversas: llevan una vida de auténtica soledad. Además de la oración y el estudio, emplean parte de su jornada en trabajos del monasterio fuera de la ermita.
Si te sientes llamada a la Cartuja, Dios te saldrá al encuentro y hará de tu vida en la soledad un lugar privilegiado de COMUNIÓN.